JEFE TÓXICO Destruye Una Organización
Comenzamos esta segunda parte de esta miniserie (puedes leer la primera parte aquí). En este artículo, vamos a conocer cómo actúa un jefe tóxico, y cómo ese comportamiento puede llevar incluso a la destrucción de una organización completa.
¿Exagerado? Ni mucho menos. Todos tenemos nombres en nuestra mente cuyos directivos han acabado cerrando una empresa.
El jefe tóxico produce un daño silencioso que se agrava con el paso del tiempo.
¿Cómo es posible que algo así suceda? Para explicarlo de la manera más sencilla, pensemos en
cómo el colesterol va acumulándose y creando las condiciones necesarias para generar una
enfermedad. Es un proceso que no ocurre de la noche a la mañana, y normalmente al comienzo
no tiene síntomas aparentes. Pero el daño está ahí, está sucediendo constantemente.
Al final de este artículo encontrarás un detallado listado con los principales síntomas de un jefe tóxico.
Consecuencias
Los resultados de la acción de un jefe tóxico varían en función de la gravedad de la disfunción.
Mientras que un comportamiento leve puede crear un cierto malestar que las personas a su
alrededor pueden sobrellevar, otras actitudes pueden ser totalmente destructivas en cortos
espacios de tiempo.
Por lo general, las consecuencias son las siguientes:
• Pérdida de talentos: Esta es quizá una de las más evidentes. Cuando asignamos talentos
al equipo del jefe tóxico, estos tienen un índice de rotación muy alto. O bien cambian su
situación en la empresa (cambios de departamento, destino, etc.) o directamente
prosiguen su carrera en otra compañía. Es fácil detectarlo porque las tasas de abandono
del equipo son mayores. El problema es que cuando lo detectamos puede que se haya
hecho ya mucho daño.
• Fracaso en la consecución de objetivos: Debido a que el comportamiento del jefe tóxico
interfiere negativamente con el desempeño del equipo, es más fácil fracasar a la hora
de lograr las metas. Estos fracasos son maquillados de forma sistemática para evitar la
responsabilidad y, a veces, este maquillaje puede mantener en el puesto al jefe tóxico
durante demasiado tiempo.
• Rendimiento inferior al potencial: Como el jefe tóxico supone un freno a la capacidad y
desempeño de su equipo, el rendimiento obtenido es menor al que se podría lograr, con
la pérdida de recursos humanos que ello supone.
• Deterioro de las relaciones personales: Se promociona un modelo de conflicto y
desconfianza que acaba con la cohesión del equipo o departamento. Se crean así más
jefes tóxicos potenciales, y el clima es hostil. Es el primer síntoma grave y debe generar
una alerta inmediata. Los jefes tóxicos tratan de silenciar a los empleados que tienen el
valor de denunciar los abusos y el malestar (por lo general acaban despedidos
injustamente, o solicitan su baja voluntaria).
• Fomento del beneficio personal, incluso por encima de los intereses de la compañía:
Es otra de las consecuencias más habituales. El jefe tóxico utiliza la empresa para sus
fines personales, incluso si ello produce un perjuicio a la misma.
• Falta de motivación y ánimo: El equipo por lo general carece de motivación, moral e
ilusión por sus objetivos.
• Generación de conflictos con repercusiones legales o mediáticas: Corremos el riesgo
de que se genere un conflicto que manche la imagen de marca de la empresa (como por
ejemplo si se produce un caso de acoso sexual).
• Representación errónea de la cultura de empresa: Un jefe tóxico puede mostrar en las
redes sociales o frente a posibles candidatos y clientes una actitud que perjudique la
imagen de la empresa al no reflejar la cultura de la misma, sino un comportamiento
reprobable producto de su falsa sensación de superioridad.
• La falta de gestión adecuada de los recursos humanos que se le confían provoca
pérdidas económicas: Un exceso de rotación de personal, las críticas en redes sociales,
la falta de motivación… todo ello contribuye a la necesidad de realizar una serie de
actuaciones compensatorias que cuestan dinero.
Estas son solo algunas de las consecuencias más importantes de tener en plantilla a un jefe
tóxico. De hecho, ¡en muchos casos la broma nos puede costar mucho dinero!
La combinación de los puntos anteriores da como resultado un golpe de gravedad al
rendimiento y futuro de la organización. Este golpe será más o menos acusado en función de los
diferentes parámetros del caso: tamaño de la empresa, departamento(s) afectado(s), grado de
afectación, directivos implicados o contribuyentes, etc.
El pronóstico
Cuando uno o varios jefes tóxicos se enquistan en una organización, el problema puede
evolucionar a una gravedad extrema. A veces, la medicación llega tarde, y la empresa ha sufrido
ya reveses imposibles de solventar. La palabra bancarrota aparece encima de la mesa, y la
desaparición es inevitable.
Incluso llegado ese momento, muchos jefes tóxicos seguirán negando lo evidente y haciendo
responsables a otros de lo sucedido. Hasta ese punto llega a veces la negación de la realidad y
la soberbia.
Pero, no nos preocupemos tanto, porque todo tiene solución. En el siguiente capítulo de la
miniserie vamos a transformar esos jefes tóxicos en líderes. ¡No te la pierdas!
Síntomas de Jefes Tóxicos
Para identificar un jefe tóxico de una forma directa, por lo general nos fijaremos en su
comportamiento habitual espontáneo. Es decir, como desarrolla su jornada diaria a lo largo de
varias semanas en relación a las interacciones personales.
Este método es útil para detectar un jefe tóxico si tratamos con él habitualmente, pero puede
que no sea válido para alguien externo o de otro departamento. En ese caso usaremos otras
herramientas.
Los síntomas principales que muestran que estamos ante un jefe tóxico son variados, y este
listado es el producto de numerosas entrevistas entre mandos intermedios y directivos de
empresas españolas:
1. No motivan a su equipo, ni lo apoyan.
2. No ofrecen razones cuando rechazan iniciativas de sus subordinados.
3. No son un ejemplo a seguir en su comportamiento.
4. Sus relaciones interpersonales son conflictivas.
5. Las faltas de respeto son habituales.
6. No comparten información.
7. Exigen resultados sin proporcionar instrucciones o guías claras.
8. No trabajan bien en equipo.
9. Quieren resultados rápidos fuera de lo razonable.
10. Entorpecen la evolución de sus empleados.
11. Cambian su discurso con frecuencia, dependiendo de con quién estén hablando.
12. No siguen sus propias normas.
13. Son manipuladores.
14. Carecen de transparencia en sus acciones.
15. Cuando hablan con un subordinado miran el móvil o el reloj.
16. Carecen de empatía.
17. Siempre se apropian a nivel personal de los éxitos y las ideas, y cargan la culpa de sus
fracasos en otras personas.
18. Piden a sus subordinados que les hagan tareas personales (como traerle un café o
arreglarle el portátil).
19. Aceptan la adulación con facilidad, y favorecen a aquellos que los adulan.
20. No aceptan otros puntos de vista, y contrariarlos hace que se lo tomen como una afrenta
personal.
21. Adoptan actitudes paternalistas, ofreciendo consejos en asuntos donde no tienen ninguna
competencia o conocimiento, incluso a nivel personal.
22. Están más centrados en su imagen y promoción personal que en los objetivos a cumplir
por el equipo.
23. Carecen de competencias reales para la dirección, pero afirman que son buenos líderes.
Esto hace que cambien de idea a menudo, y se desperdicien recursos por su ineficacia.
24. Suelen mostrar un alto grado de soberbia, inflando su carrera profesional y aptitudes,
dando una imagen de lo que no son, muy por encima de su nivel real.
25. Tienen muy presente la jerarquía, exigiendo a los que considera inferiores que le traten
como a un superior más allá de los deberes laborales.
26. A menudo, el sentimiento de superioridad contamina sus relaciones personales.
27. Algunos pueden controlar todos los aspectos de la labor de sus subordinados
(micromanagement) hasta el punto de decirles cómo deben hacer tareas rutinarias o
personales.
28. Ignoran los datos negativos que les afectan, como las rotaciones de empleados.
29. Suelen pensar en términos de “conmigo o contra mí”.
30. No reconocen sus carencias ni errores, y pueden responder de forma agresiva o vengativa
si alguien se las señala.
31. Designan favoritos a los que da privilegios, por lo general escogidos con criterios
totalmente subjetivos y personales: aduladores, personas que consideran atractivas
físicamente, intereses personales, confidentes, etc.
32. Para ellos, las personas no son importantes, los números sí.
33. No se hacen responsables de decisiones incorrectas.
34. No delegan las decisiones, pero sí el trabajo que les corresponde realizar a ellos.
35. Su visión es cortoplacista en las metas organizativas.
36. Los subordinados con aptitudes de liderazgo, o con determinadas competencias, son sus
enemigos, por lo que tratan de anularlos.
37. Muestran una actitud condescendiente, y tienden a ridiculizar a otros en reuniones
sociales.
38. Es raro que se disculpen.
39. Pueden mostrar actitudes de abuso, inmiscuirse en temas personales de sus
subordinados, y a juzgar con ligereza.
40. Amenazan habitualmente con el despido o con la penalización, mientras reiteran una y
otra vez su discurso de superioridad producto de su supuesto esfuerzo.
Pueden aparecer varios de estos síntomas, o incluso muchos de ellos, en un mando. Según la
gravedad y número, podemos encontrarnos ante un jefe tóxico que puede reconvertirse, o no.
Recordemos que esta lista es el producto del sentimiento de superioridad infiltrado en diversas
capas más allá del orden funcional jerárquico, así que podríamos ampliarla casi indefinidamente,
siendo los 40 ítems un mero muestrario ilustrativo.

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