Cuando estudiamos los trabajos de Albert Mehrabian, y comprobamos que su regla del 7-38-55 se cumple y tiene mucho sentido, es el momento de comenzar a entrenar esas habilidades que teníamos olvidadas (o que ni siquiera conocíamos), además de crear los hábitos necesarios.
¿Qué es la regla del 7-38-55?
Pues básicamente, que lo que la audiencia recuerda es un 7% significado, un 38% tono y un 55% lenguaje corporal. Es decir, que la voz y el lenguaje corporal “machacan” al contenido.
¿Parece increíble, ¿verdad?
Pues es cierto. No te vale de nada tener una idea revolucionaria, o preparar una batería completa de razonamientos irrefutables, si tu voz y lenguaje corporal no transmiten confianza, seguridad y valores adecuados a lo que estás exponiendo.
En este breve artículo te explicamos algunas ideas y consejos relacionados con la voz que se pueden encontrar también en las publicaciones del conocido comunicador John English.
Tu mensaje: alto y claro
Lo primero, y más obvio, es una afirmación de Perogrullo: si tu dicción y pronunciación no son buenas, la gente no te entenderá. No dejes para mañana los talleres y cursos que te enseñen a emitir tus ideas de forma clara y comprensible. Tu voz tiene que reflejar tus ideas, y debe
entenderse perfectamente.
Lo segundo que tienes que saber es que el volumen de tu voz debe ser lo suficientemente potente como para que te escuchen todas las personas del público, hasta los que están en última fila. No se trata de convertirte en un tenor, sino de que te asegures de que el equipo de sonido funciona adecuadamente. Comprueba que los altavoces de la sala hacen bien su trabajo mucho antes de comenzar.
Por último, la voz debe transportar las ideas de una forma clara. Evita expresiones que pueden atascarte, trabalenguas y palabras excesivamente complejas e impronunciables.
El tono: musical, variado y acorde con el contenido
El tono de tu voz debe imitar la música: subir, bajar, evolucionar durante el discurso, transmitir sensaciones, potente en algunos momentos, suave y delicada en otros. Así como una sinfonía
puede estar llena de notas y colores, de la misma forma tu voz debe expresar tus ideas.
Tu mayor enemigo es el aburrimiento. Una voz neutra, átona, es el camino directo para el aburrimiento y el bostezo. Y eso ocurre muy rápido. Con un tono “muerto”, en menos de 1 minuto puedes tener a la mitad de la sala deseando irse. Da igual lo que estés diciendo (porque
nadie te estará escuchando).
No tengas miedo en crear todo tipo de matices y colores con la voz. Dota de energía tus palabras, que impacten, que sean poderosas. Aplica en tu voz una buena respiración, que salga con fuerza.
No te apoyes solo en el amplificador del micrófono.
Debes ser capaz de transmitir con el tono de voz el contenido que estás comunicando. Eso lo refuerza y genera la influencia que necesitas. Haz que la gente se emocione escuchándote.
Un ejercicio sencillo y práctico
¿Quieres saber si tu tono de voz es el adecuado?
Te proponemos un ejercicio muy sencillo para averiguarlo. Utiliza un lenguaje inventado que no diga nada, del tipo “nanana nana na nana nana na”, o un discurso sin sentido en plan “el sol se puso entro en casa y me voy por la carretera hay pájaros…” para comunicar unas emociones o sentimientos.
Si logras transmitir a alguien que te está escuchando esas emociones y sentimientos que deseas, estarás aplicando el tono correcto.