¿Es la Inteligencia Emocional una fuerza que se utiliza siempre para el bien?
Este año de elecciones es un buen momento para volver a pensar en ello
En el liderazgo de pensamiento del mundo empresarial, ciertas ideas están tan extendidas que se aceptan como si fueran una forma de sabiduría convencional, así que todo el mundo se traga la píldora. Por ejemplo, últimamente casi siempre se da por hecho que debemos rendirnos al poder de la meditación y otras técnicas mentales de consciencia, a pesar de que existen psicólogos que han descubierto la posibilidad de que existan ciertas trampas en estas técnicas, e incluso que en algunos casos pueden resultar contraproducentes.
La Inteligencia Emocional (IE) también se ha convertido en un estándar en el currículum de liderazgo. Casi todas las semanas se publica un nuevo artículo o estudio que nos habla de los beneficios de la IE. Nos dicen que aquellos con una inteligencia emocional elevada tienen más probabilidades de ser felices, estar sanos y tener éxito. Las empresas cuyos líderes muestran una mayor inteligencia emocional superan a la competencia.
Es posible que la mayoría de esas cosas sean ciertas. Pero la inteligencia emocional, como cualquier otra herramienta, no es inherentemente buena o mala. ¿Qué emociones, qué inteligencia?
Este año de elecciones es un buen momento para volver a pensar en ello
En el liderazgo de pensamiento del mundo empresarial, ciertas ideas están tan extendidas que se aceptan como si fueran una forma de sabiduría convencional, así que todo el mundo se traga la píldora. Por ejemplo, últimamente casi siempre se da por hecho que debemos rendirnos al poder de la meditación y otras técnicas mentales de consciencia, a pesar de que existen psicólogos que han descubierto la posibilidad de que existan ciertas trampas en estas técnicas, e incluso que en algunos casos pueden resultar contraproducentes.
La Inteligencia Emocional (IE) también se ha convertido en un estándar en el currículum de liderazgo. Casi todas las semanas se publica un nuevo artículo o estudio que nos habla de los beneficios de la IE. Nos dicen que aquellos con una inteligencia emocional elevada tienen más probabilidades de ser felices, estar sanos y tener éxito. Las empresas cuyos líderes muestran una mayor inteligencia emocional superan a la competencia.

Es posible que la mayoría de esas cosas sean ciertas. Pero la inteligencia emocional, como cualquier otra herramienta, no es inherentemente buena o mala. ¿Qué emociones, qué inteligencia?
Este año de elecciones supone un recordatorio muy oportuno de que, aunque la IE puede utilizarse para ascender, también se puede usar para manipular. En mi carrera profesional he hecho ambas cosas. Trabajando para el gobierno fuera del país, solía hacer lo segundo. Ahora, como formador y profesor, trabajo (duro) con éxito para hacer lo primero.
He visto en acción el lado oscuro de la inteligencia emocional.
¿Es Donald Trump inteligente emocionalmente?
Existen dos puntos de vista muy diferentes a esta cuestión. Según la opinión de Michael Gerson, escritor de discursos y consejero durante la presidencia de George W. Bush, la respuesta es no. Mientras que W era hábil a la hora de leer el ambiente de la sala y hacer que los demás se sintieran “cómodos e integrados”, Trump carece de “autodominio, disciplina y capacidad empática” como para dirigir con efectividad, afirma Gerson.
En el otro extremo del espectro político, Robert Reich, un economista que estuvo al servicio de las administraciones de Clinton y Obama, dijo que sí. Trump “posee una asombrosa habilidad para descubrir las vulnerabilidades emocionales [de los demás]: sus miedos, ansiedades, prejuicios y deseos más oscuros. Y los utiliza para sus propios fines”.
Entonces, ¿quién tiene razón? Yo digo que ambos.
Examinar cómo la inteligencia emocional actúa dentro del espacio político nos ayuda a ver con mayor claridad como la IE es una espada de doble filo que puede cortar en ambas direcciones. De hecho, es así cómo Adam Grant comienza su ensayo, “El lado oscuro de la Inteligencia Emocional”. Mientras que el Dr. Martin Luther King utilizó su capacidad para conectar emocionalmente con su audiencia para inspirar la esperanza y la acción para lograr un mundo mejor, Adolf Hitler puso en práctica la misma habilidad para perseguir unos fines mucho más cínicos y funestos.

La inteligencia emocional es una forma de poder
La definición original de IE elaborada por los psicólogos John Mayer y Peter Salovey subraya que se trata de un conjunto de habilidades duales: 1) la habilidad para comprender y gestionar nuestras emociones; 2) la habilidad para reconocer e influir en las emociones de los demás. Podemos ser buenos en una sin serlo en la otra.
Esta definición también deja claro que la inteligencia emocional nos permite influir en los demás. En otras palabras, nos proporciona poder, un poder que podemos usar para ascender, o para manipular.
Cuando trabajaba para el gobierno, normalmente me asignaban una tarea que requería el ganarme la confianza de un objetivo estratégico. Estudiaba y realizaba el perfil del objetivo, familiarizándome con sus gustos, aversiones, intereses, creencias y peculiaridades. Cuando ya estaba listo para entrar en contacto con él, podía establecer una relación de comunicación y confianza ajustando y alineando mis propias creencias, palabras y lenguaje corporal a las tendencias del objetivo. Sabía qué botones debía pulsar.
Hay muchas otras profesiones que emplean la inteligencia emocional para manipular. Los estafadores tienen una habilidad especial para aprovecharse de las debilidades y vulnerabilidades de los demás. Se crea una comunidad de embaucadores a través de “seminarios” en los que prometen enseñar a los hombres a utilizar la comunicación no verbal para seducir a las mujeres (lo que lleva a, en el mejor de los casos, a resultados a corto plazo, pero no a una conexión duradera). Los narcisistas y psicópatas suelen ser adeptos al espejo, delante del cual imitan el lenguaje corporal o el tono de otras personas, siendo una especie de versión primitiva de la inteligencia emocional. Menos la empatía.

Hay muchas otras profesiones que emplean la inteligencia emocional para manipular. Los estafadores tienen una habilidad especial para aprovecharse de las debilidades y vulnerabilidades de los demás. Se crea una comunidad de embaucadores a través de “seminarios” en los que prometen enseñar a los hombres a utilizar la comunicación no verbal para seducir a las mujeres (lo que lleva a, en el mejor de los casos, a resultados a corto plazo, pero no a una conexión duradera). Los narcisistas y psicópatas suelen ser adeptos al espejo, delante del cual imitan el lenguaje corporal o el tono de otras personas, siendo una especie de versión primitiva de la inteligencia emocional. Menos la empatía.
A veces, me sorprendía identificándome demasiado con un objetivo y me sentía mal por él. Puede que fuera un signo de que, aunque fuera bueno en ello, a la larga no estaba hecho para ese trabajo. Abandoné mi trabajo dentro del sector de la inteligencia porque el mayor vicio con el que me he encontrado hasta el momento es la adicción a tener poder sobre el prójimo. Me preocupaba que, más allá de perderme momentáneamente en mi papel, pudiera perder algo más.
Empatía: el ingrediente perdido
Una de las cosas que me preocupaba era perder mi empatía y mi conciencia. Daniel Goleman, que ha hecho más que nadie a la hora de popularizar y promover la IE, ha reconocido la validez de la crítica de Adam Grant. El “antídoto” del lado oscuro de la inteligencia emocional, dice, es la empatía.
Goleman identifica tres tipos de empatía. La empatía cognitiva significa que podemos sentir lo que piensa otra persona. La empatía emocional ocurre cuando las emociones de otra persona nos influyen. Por último, mostramos una preocupación empática cuando estamos al tanto de las necesidades de otros y estamos listos para ayudar si se necesita.
Para evitar el lado oscuro de la inteligencia emocional se necesitan las tres formas de empatía.
Intención e introspección
Mi propio camino empático se redujo a hacerme algunas preguntas difíciles. Sabía que era bueno a la hora de influir en los demás, pero ¿con qué propósito? ¿Estaba apoyando a la gente, ayudándoles en su propio camino? Comencé a sentir esa manipulación de los demás impulsada por el ego, algo que nunca acaba bien. Mezclar la inteligencia emocional con la empatía y el altruismo debía ser un camino más satisfactorio a largo plazo.
Clarificar nuestras intenciones requiere de una introspección profunda y genuina, un conjunto de habilidades que los narcisistas y manipuladores nunca desarrollan realmente. Tenemos que aprender a mirarnos a nosotros mismos en el espejo y ser brutalmente sinceros sobre lo que vemos. Tenemos que dominar nuestras emociones, nuestros egos y nuestro animal interior.
Confieso que una vez sentí cierta fascinación por utilizar mi inteligencia emocional como un recurso estratégico. Pero poner estas mismas habilidades a trabajar para el beneficio de estudiantes y para la formación de clientes es infinitamente más satisfactorio.
Como Goleman reconoce en una respuesta al ensayo de Grant, puede ser tentador “idealizar” la inteligencia emocional. El uso cínico de la inteligencia emocional que hacen políticos y otras personas que buscan el poder me recuerda que no deberíamos cometer ese error. Si aspiramos a dirigir y servir a otros, tenemos que cultivar también la empatía.
John 😁