Me hallaba leyendo el libro Hablar en público: Cómo comunicar con eficacia de John English (conocido experto en comunicación) y me di cuenta que, en mi caso, una de las cosas que más me preocupaban era precisamente el miedo escénico.
John English ha hablado de ese tema en múltiples ocasiones (tanto en sus talleres y exposiciones como en publicaciones) y realmente para mí era todo un reto.
Tan solo el mero hecho de pensar en hablar delante de una Junta Directiva ya me producía cierto dolor de estómago. Pero si me imaginaba en un auditorio delante de cientos de personas ya me entraban los temblores de piernas. Y eso que solo me lo estaba imaginando.
¿Cómo podía superar ese miedo de hablar en público? Todos los demás consejos y ejercicios se me antojaban sencillos. Tanto el control del lenguaje corporal, el tono de voz, los contenidos, la evolución del speech… no sé, no me parecían complicados.
Pero el miedo de hablar en público sí, eso me atenazaba.
Cómo lo superé
Te lo voy a contar de forma muy breve y esquemática, sabiendo que es mi caso concreto. Es posible que coincida contigo, o no.
Tengo claro lo que dijo Warren Buffet en una ocasión: saber hablar en público aumenta un 50% nuestro valor profesional. Y todos los días puedo leer en Forbes artículos de expertos y personajes de éxito que así lo confirman.
No podía dejar que el simple miedo escénico estropease mi éxito. Tras leer mucho acerca del tema, especialmente a psicólogos de prestigio, y tener varias charlas con psicólogos y expertos de mi Universidad, llegué a las siguientes conclusiones:
• El principal factor de mi miedo era el temor a hacer el ridículo por un error que pudiera cometer durante la presentación. O sea, olvidarme de algo importante, o decir algo inoportuno.
• También me preocupaban mucho los “accidentes”. Puede parecer una tontería, pero todo aquello relacionado con la imagen (como que se me abriese la bragueta del pantalón) me obsesionaba, además de los imprevistos (un portátil que se bloquea, un micrófono que se desconecta…).
• Tenía además fuertemente implantada la idea de que el público era una especie de “enemigo hostil” que podría devorarme en cualquier momento si no hacía las cosas bien o no lo convencía. Por eso, me fijaba siempre en aquellas personas más críticas, o que me enviaban una sensación negativa (aburridos, hablando entre ellos, etc.).
• Padecía además de un miedo al acto de comunicar los contenidos, no sintiéndome
seguro de lo que quería transmitir. Yo sabía perfectamente cómo eran mis ideas, pero
no estaba tan claro cómo tenía que contarlas.
Para solucionarlo, tuve que trabajar cada uno de los problemas que me inducían el miedo:
• Trabajé los contenidos, y me preparé para las ocasiones en las que algo saliera mal, introduciendo elementos de distensión.
• Acudí a diversos talleres de comunicación para sentirme cómodo en la exposición de ideas. La confianza me hizo perder gran parte del miedo al ridículo.
• Me formé adecuadamente para poder comunicar ideas de forma precisa, eficaz y amena. Esta parte fue la que más tiempo me llevó, pero finalmente dio sus buenos frutos.
• Olvidé la idea del “público hostil” a través de la empatía. Con diversas técnicas, asocié a la audiencia con sentimientos positivos. Ya no iba buscando a las personas que me parecían críticas, sino que hablaba para todos.
• Aprendí a ser metódico con mi vestimenta, accesorios, y preparativos en general. De esa forma, minimicé las posibilidades de un problema espontáneo en el escenario. Y también ensayé mucho cómo salir de situaciones apuradas, convirtiéndolas en ventajas.
Gracias al trabajo y preparación, a día de hoy me defiendo muy bien a la hora de hablar en público.